Cuatro hombres salen borrachos de un bar. Dos se pelean. Uno saca un
cuchillo, el otro una alpargata. El del cuchillo muere. Se inicia una
investigación por el crimen.
El hecho ocurrió en Colonia Valentina, en 1956, cuando Neuquén
todavía era territorio nacional y apenas si soñaba con convertirse en
una gran ciudad.
En 23 de abril de ese año la Policía encontró el cadáver de un hombre
en una calle de tierra que atravesaba la zona de chacras. El cuerpo
estaba sobre un charco de agua que se había formado por las lluvias. La
víctima había quedado boca abajo y se había ahogado, según confirmó la
autopsia. No presentaba signos de violencia. Era un verdadero misterio.
La Policía comenzó a tomar testimonios a los vecinos y a los
parroquianos que habitualmente frecuentaban el bar de Dionisia Soto,
ubicado a pocos metros del hecho. A partir de esos relatos el caso
comenzó a esclarecerse hasta llegar a la verdad.
La noche anterior al crimen, Santiago Melihual, Juan Domingo Vázquez,
José Pérez y Elías Fernández habían llegado al bar temprano. Charlaron
amistosamente y tomaron abundante cantidad de vino. Cerca de las 21, la
dueña del local vio que los clientes estaban pasados de copas y les
pidió que se retiraran porque ya era la hora de cerrar. Los parroquianos
aceptaron la sugerencia a regañadientes. Antes de irse, compraron una
botella de anisado para refrescar las gargantas en el regreso. El drama
está a punto de comenzar.
La indagatoria que figura en el expediente iniciado por el Poder
Judicial de la Nación, indica que cuando los cuatro hombres salieron a
la calle, Melihual le pidió a Vázquez que lo acompañara y éste se negó,
por lo que el hombre comenzó a insultarlo y lo invitó a pelear. Vázquez
escuchaba los gritos una y otra vez hasta que finalmente se dio vuelta y
fue a pedirle explicaciones a su amigo.
Cuando estaba ubicado a pocos centímetros, Melihual sacó un cuchillo
de 30 centímetros que tenía escondido en la cintura y le tiró un puntazo
que Vázquez alcanzó a esquivar. Furioso, el atacante insistió con otra
estocada, pero su oponente ya estaba preparado para defenderse. Al
momento del primer cuchillazo fallido, Váquez se había sacado la
alpargata del pie derecho casi como un acto reflejo. Cuando vino la
segunda agresión no lo dudó: con una mano apartó el brazo armado y con
la otra que tenía la alpargata le pegó un golpe fuerte y preciso en la
cabeza.
Melihual quedó aturdido y se desmoronó, ocasión que Vázquez aprovechó
para quitarle el cuchillo. Posteriormente tomó a su amigo por las ropas
y lo arrojó a un costado para que no quedara en medio de la calle, con
tan mala suerte que el hombre quedó boca abajo sobre un charco de agua y
barro y se ahogó.
El subcomisario José Vega, instructor de la causa, fue el encargado
de tomar declaración a todos los testigos para tratar de determinar si
la historia que contaba Vázquez era realmente lo que había ocurrido.
Pero además hubo que hacer las pericias correspondientes para confirmar
si el golpe de la alpargata podía ser tan fuerte como para desmayar a
una persona.
La Justicia ordenó la reconstrucción del hecho y la documentó con
fotografías. En el mismo lugar donde había ocurrido el crimen citaron al
acusado para que explicara cómo había sido el ataque de cuchillo y la
defensa de la alpargata.
Vázquez relató una vez más aquella historia. Dijo que le pegó a
Melihual “con la punta de la alpargata, de soslayo” y que fue tan fuerte
el golpe que la víctima quedó inconsciente. Los peritos determinaron
que, en efecto, como la tierra estaba muy mojada por la lluvia, el yute
de la alpargata absorbió toda esa humedad y terminó convirtiendo aquel
calzado en un arma pesada, ideal para la defensa y potencialmente letal
en un golpe.
Todos los testigos coincidieron en que la pelea la había iniciado la
víctima y que lo único que hizo Vázquez fue defenderse con lo único que
tenía a mano, por lo que la Justicia finalmente absolvió al acusado del
crimen.
La historia quedó plasmada en el expediente 365 del Juzgado Nacional
de Primera Instancia Nº2. Durante años, el caso fue comentado una y otra
vez en los ámbitos judiciales y policiales. Quedó en la historia como
un crimen inusual en el que un hombre intentó asesinar a otro con un
cuchillo, pero su vida terminó sorpresivamente truncada en un charco de
agua, luego de un descuido y de un inesperado alpargatazo.
Nota del autor: La foto que ilustra esta historia es la de la reconstrucción del crimen que figuraba en el expediente judicial.
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