Se conocieron hace 23 años cuando eran muy jóvenes y trabajaban como
promotoras en empresas, eventos y espectáculos. Y cuando se vieron
firmaron ese acuerdo tácito de amistad que une a dos personas para
cuidarse, quererse y contenerse en las buenas y en las malas.
La
historia de Erica Flores (45) y Alejandra Álvarez (43) parece el guión
de una comedia dramática con final feliz. Es uno de esos cuentos que
mezclan lágrimas de tristeza y alegría, contrastes para estrujar el
corazón y para alimentar el alma.
Por cuestiones de la vida, Erica se fue a vivir a Rosario y Alejandra, a
Buenos Aires.
Se extrañaban, pero siempre estaban comunicadas y
al tanto de lo que le pasaba a cada una.
Cierto día, Alejandra le dijo que se había enfermado de los riñones y
que estaba complicada. Los médicos denominan a esta dolencia como
“poliquistosis renal”, que no es otra cosa que la aparición de quistes
que terminan destruyendo las funciones que tienen los riñones.
Alejandra
hizo tratamientos y hasta logró quedar embarazada, algo difícil por lo
avanzada que estaba su enfermedad. Y así siguió hasta que su estado de
salud empeoró y tuvo que someterse a diálisis diarias.
Hace tres
años, durante las largas charlas telefónicas o las comunicaciones por
chat que tenía con Erica, Alejandra le confesó que no podía vivir más de
esa manera. El proceso de diálisis era interminable y si no se hacía un
trasplante renal su vida sería cada vez más complicada. En rigor,
Alejandra ya estaba en la lista de emergencias, pero los donantes no
aparecían y si aparecían no eran compatibles.
“Qué necesitás para
que yo te done mi riñón?”, le preguntó un día Erica. Alejandra quedó
sorprendida. Le explicó que para ser donante tenía que tener el grupo A
positivo, como ella. “¡Tenemos el mismo grupo!”, fue la respuesta de la
amiga.
A partir de ese momento comenzó otra historia.
Para la donación
de un riñón, el receptor y el donante deben someterse a complejos
estudios de compatibilidad.
Erica comenzó con los análisis básicos y el 19 de febrero de 2014 le
dieron el resultado más esperado: tenían 100 por ciento de
compatibilidad. Cuando Erica se lo comunicó, Alejandra no lo podía
creer. Las dos lloraron.
Después de completar otros análisis y de tener la autorización judicial,
los médicos pusieron fecha para la operación. Como si el destino
siguiera jugando sus cartas a favor de esta historia, otro 19 de
febrero, pero del año siguiente, se realizó el trasplante.
En
quirófanos paralelos se hicieron las intervenciones de manera exitosa.
Antes, Erica y Alejandra posaron para la foto, contentas y anticipando
el desenlace.
Hoy las amigas caminan por la vida compartiendo su increíble
experiencia.
Ayer, Erica (que volvió a radicarse en Neuquén)
visitó este diario y Alejandra se comunicó por teléfono desde Buenos
Aires.
Durante media hora hablaron, se rieron, reflejaron su alegría, se
mandaron besos y se prometieron un pronto reencuentro.
Las dos se mostraron felices como nunca: una porque vuelve a la vida
normal, aunque con tres riñones; y la otra, porque le quedó uno solo,
pero después de aquella operación siente que tiene el corazón mucho más
grande.
Publicado en el diario Lmneuquen
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